Se c’è un terreno per antonomasia dove abbonda l’humus per creare mondi nuovi, quello è certamente il mondo delle fiabe. Lo rende così speciale il miscuglio di sostanze magiche capace di fertilizzare la fantasia e lo compongono personaggi e oggetti animati che sanno meglio di altri inventare e riconoscere l’incanto dell’incontro e dell’abbraccio. La fiaba che Marcello Galbazzi, quattro anni, piccolo grande ribelle di Fidenza, ha dettato alla nonna per ricambiare la visita dei nuovi amici zapatisti si intitola “Ci sarà una volta”. Racconta di quel che si può guardare con certi occhiali speciali verdi e blu e apre il campo del possibile perché il futuro è di bambine e adulti capaci di imparare (o re-imparare) ad ascoltare e poi, un giorno, anche a parlare e comprendere una lingua diversa, però bella
post scriptum: suggerimento speciale per quei lettori di Comune che, ahilóro, amano le favole e le fiabe ma hanno superato l’età di Marcello. Come pare dicesse un tal Flaubert, non leggete, come fanno i bambini, per divertirvi, oppure, come gli ambiziosi, per istruirvi. Leggete la fiaba di Marcello per vivere

Per chiunque abbia anche solo una pur minima dimestichezza con la narrazione che gli zapatisti hanno fatto in oltre un quarto di secolo, gli elementi che generalmente associamo al genere letterario della fiaba sono una straordinaria costante. Esprimono con grande efficacia la saggezza ancestrale indigena e i principi etici e filosofici che connotano l’esperienza del Chiapas.
Delle fiabe resistenti del subcomandante Marcos, passato epicamente a miglior vita eppur rinato con sembianze nuove, e soprattutto dei suoi preziosi personaggi letterari – dallo scarabeo Durito al vecchio Antonio, passando per il rebus biologico del Gatto-Cane – si è naturalmente molto parlato anche nella Gira por la Vida dei mesi scorsi in Europa. Non foss’altro che perché, in quell’impensabile incontro intercontinentale di ribellioni, il Comando Palomitas, costituito dalle bambine e dai bambini, non era certo solo un elemento folklorico o decorativo dell’invasione zapatista. Tutt’altro.
Non è dunque un caso che Marcello, quattro anni ben portati – con l’aiuto della nonna Nelly, per mettere insieme le parole, e della “zia” Alessandra, per dar loro un prezioso vestito grafico – abbia prima regalato quattro disegni, uno per ogni anno della sua vita, ai compas incontrati a Parma. Poi, ispirato proprio da quei disegni, Marcello ha preso sul serio la semina nata con quegli incontri e ha pensato a come proseguire una relazione importante. Così ha dettato alla nonna una splendida fiaba da spedire ai nuovi amici per ricambiare la visita. Parla di un fantastico (per ora) viaggio in cui, afferrato alla corda appesa a una grande stella rossa, ha attraversato anche lui l’Atlantico fino a scorgere, in mezzo alle ceibas chiapaneche, Don Durito della Lacandona, intento a scrivere una favola anche lui su una foglia, mentre fuma l’immancabile pipa. Il resto leggetelo qui sotto, vale la pena (m.c.).
La favola di Marcello, tradotta in spagnolo da Stefano Fontana
Erase una vez un niño con gafas que vivía en Italia, en una pequeña ciudad de la Llanura Padana (se le llamaba así porque es muy llana), una de las zonas más contaminadas de Europa.
Esa contaminación era debida en parte a que las montañas que la rodeaban bloqueaban los vientos que habrían tenido que llevarse los malos vapores, pero también porque había demasiados coches, demasiadas casas y centros comerciales. Demasiado de todo aquello que hace que el aire sea malo. Todavía había parques y arboles en aquella ciudad, pero el niño con las gafas soñaba muchos más.
Sus gafas azules y verdes eran mágicas y le permitían ver, a veces, cosas raras, pero tan bonitas, como aquella noche en Octubre cuando el cielo se hizo tan negro y arriba apareció una grande estrella roja con una larga cuerda colgando hacia abajo, com si fuera un grande globo, pero realmente enorme… ¡¡¡y la estrella también hablaba!!!
“Hola niño con las gafas ¿Quieres venir conmigo a visitar un lugar maravilloso y lleno de amigos y amigas muy buenos? Agarrate a la cuerda y vamos, ¡soy una estrella mágica!”
“¡Claro! – contestó el niño- ¿A dónde me llevaras?”
“Ummmh, será una sorpresa, ¡¡tu mama, tu papá y tu abuelita ya conocen ese maravilloso lugar!! ¡¡Apúrate!!”
El niño agarró la cuerda que colgaba de la estrella y voló arriba, pero aun que se encontrara por encima de las nubes, con sus gafas mágicas lograba ver la tierra por debajo…
Sobrevolando parte de Italia, luego España y Portugal veía che el aire che envolvía aquellas tierras era gris y tenia mal olor. Luego llegaba el Océano Atlantico, tan azul, luminoso y transparente que el niño lograba ver hasta los peces bajo el agua, grandes, pequeños, de colores… Y luego llegaron otras tierras, col arboles raros que no había visto nunca e personas que hablaban una lengua diferente y tan bonita.
“Hemos llegado – dijo la estrella roja- ahora agárrate fuerte, porque el aterrizaje va a ser un poco complicado”
Y efectivamente así fue, había que hacer eslalon entre arboles altísimos llamados Ceibas, que son muy antiguos y sabios, ya que también los arboles sabían hablar. Encima de sus ramas había todo tipo de animalitos, insectos, mariposas de mil colores, había incluso un escarabajo muy raro, vestido con un armadura medieval.: Don Durito de la Lacandona se llamaba y el también estaba escribiendo un cuento en una hoja mientras fumaba su pipa.
Así como había dicho la estrella, el aterrizaje no fue de los mejores. El niño con las gafas cayó encima de un caracol que se llamaba Caracol.
Caracol extendió su carita curiosa y… “Si que eres rarito, niño con las gafas, y como hablas… dices palabras que no están en mi vocabulario, pero yo alguna ya la he oido cuando con un barco un poco destartalado llamado Montana fui a dar una vuelta … ops, una gira a Europa.”
“¡¡¡Entonces ya nos hemos encontrado!!!! Dime por favor qué lugar es este tan bonito, lleno de colores y con tan buen olor en el aire.”
“Esta es la tierra de los y de las Zapatistas, se llama Chiapas, un lugar que nosotros deseamos se mantenga como lo ves ahora mismo, lleno de animales, insectos y vida. Para nosotros la tierra es una mama que da amor, felicidad y nutrimiento a sus hijos y a sus hijas, que somos nosotros. Una mama que nos enseña que todos merecen encontrar su lugar, quererse, y que cada uno, según sus capacidades, debe respetar a los demás así como su madre tierra.”
“¡Qué bonito! Donde vivo yo no es así, hay muchas personas que explotan la tierra, nuestra mama como dices tú, y por hacerlo la hacen caer enferma porque utilizan venenos para que verduras, trigo y maíz crezcan más rápidamente. Otros no le permiten respirar y la sofocan debajo de casas y rascacielos.
Pero no todos son malos, aunque no son muchos, hay personas que si quieren mucho a mamá tierra”
“También aquí en Chiapas es así- contestó Caracol – hay personas malas que llegan con soldados para robarle a nuestra mama tierra agua, minerales y transformar las tierras que nos da de comer en pastos para sus vacas. Nos echan de nuestras casas y nos obligan a subir a las montañas, donde solo hay piedras y mucho frio. También hay otros malos que quieren construir centrales, ferrocarriles y fabricas en nuestra tierra, nosotros no queremos, por esto nos hemos juntado en EZLN (Ejercito Zapatista de Liberación Nacional).
“No te asustes, somos sí un ejercito, pero nuestras armas son las palabras, nuestras iniciativas y la manera en que nos organizamos. Nosotros queremos crear una manera más bonita de vivir… intentare explicártelo: Hace mas de 500 años otras personas malas, que eran europeos como tú, invadieron nuestras tierras y nos hicieron sus esclavos. Nos maltrataban, nosotros teníamos que trabajar para ellos mientras nos pegaban y nos humillaban. Nadie nos cuidaba y no podíamos ir a la escuela. Era un infierno. Así que nos reunimos y dijimos ¡YA BASTA!. Entre nosotros hablábamos mucho de lo que era posible hacer y paso mucho tiempo. Al final encontramos un acuerdo y todos juntos construimos nuestras escuelas y nuestros hospitales. Decidimos cultivar juntos madre tierra y esto nos hace felices”.
“Esto es maravilloso, Caracol, ¡yo también quisiera vivir así! ¿Sabes qué voy a hacer? Me quedo aquí”
“El niño con las gafas subió en la espalda de Caracol y se fue (muy despacito, porque como dicen los Zapatistas, los caracoles aunque lentamente, pero sí avanzan) a ver con sus ojos que significa vivir juntos, ser una como dicen los mayores una comunidad, y lo que veía era tan bello.
En la comunidad, y había muchas, mamas y papas, abuelitos y abuelitas, se levantan temprano para ir a trabajar el campo y mientras recogían maíz, sus hijos iban a la escuela, no en las escuelas del mal gobierno, si no en las que habían imaginado y construido sus padres. Sus maestros eran chicos y chicas más grandes, no había notas, informes ni títulos. La escuela autónoma enseñaba a pensar y a vivir.
Los padres, sin embargo, iban juntos con toda la comunidad a trabajar el campo y mientras recogían maíz, frijoles y café, hablaban y se ayudaban, felices porque estando juntos el tiempo volaba aunque el trabajo era duro.
A la vuelta se reunían para la cena y pasar mas tiempo juntos: Los niños para jugar y los adultos para charlar.
Seguido pasaba que todos, niños incluidos, se reunieran en junta para decidir todo lo que se refiere a la comunidad, todos decían lo que pensaban y luego decidían juntos.
También la voz de los niños era escuchada, pero sobretodo la de abuelitos y abuelitas, que son los más sabios.
Las comunidades vivían en pequeños pueblos en el medio de la selva, cerca de sus campos a que llaman milpa. Alrededor había arboles, flores, aves de colores que en Europa solo se ven en documentales, ríos y cascadas donde se podia nadar y jugar.
“Es tan bonito estar aquí” – decía el niño que a travez sus gafas mágicas lograba ver también el corazón feliz de todos sus amigos-
“¡Desafortunadamente – contestó Caracol- Se acerca la hora de tu vuelta! Si de veras nos quieres, tienes que volver a tu casa y contarle a todos lo que has visto aquí, para que tus amigos y amigas sepan que existe otra manera de vivir más bonita, más justa y mas feliz. Vuelve cuando quieras, nuestra casa siempre será tu casa! Y cuando estarás en tu tierra, recuerda la estrella roja en la noche oscura, aquella es nuestra bandera!”
El niño con las gafas, un poco a regañadientes, volvió a su mama y su papa agarrando de nuevo a la estrella roja, mientras que Caracol, desde la cumbre de una ceiba, le saludaba y le mandaba un beso agitando la bandera de EZLN
PS: Aun que tenga 4 años y lleve gafas que me sirven para ver desde cerca y ver lejos, muy lejos, acuérdense que mi historia, como todas las historias zapatistas, ¡enseña algo!
P.S2: Como aún no se escribir ni leer, le he contado esta historia a mi abuelita para que ella la escribiera, pero los dibujos los he hecho yo.
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